Poesie dedicate a César Vallejo

Dictado a lo mejor para el Cholo

De Julio Cortázar

El corazón del trigo

¿Cómo no estalla después de tanto pan?

Lo que más duele hijo…

¿no será la sopa de mañana entre dos luces?

No llore, hermano chico,

no le dé más agua y más sal

a ese pañuelo, vea saltar un bicho en un rincón un número que hace capriolas dos o tres

la casa está vacía

Venga, juguemos con un tejo

Catemos algo mientras se calienta

la pava para el mate

¿Pero cómo puede durar este infinito

de pan todos los días

de campanas de gente muerta

de domingo 20?

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Oda a César Vallejo

De Pablo Neruda

A la piedra en tu rostro,

Vallejo,

a las arrugas

de las áridas sierras

yo recuerdo en mi canto,

tu frente

gigantesca

sobre tu cuerpo frágil,

el crepúsculo negro

en tus ojos

recién desencerrados,

días aquéllos,

bruscos,

desiguales,

cada hora tenía

ácidos diferentes

o ternuras

remotas,

las llaves

de la vida

temblaban

en la luz polvorienta

de la calle,

tú volvías

de un viaje

lento, bajo la tierra,

y en la altura

de las cicatrizadas cordilleras

yo golpeaba la puertas,

que se abrieran

los muros,

que se desenrollaran

los caminos,

recién llegado de Valparaíso

me embarcaba en Marsella,

la tierra

se cortaba

como un limón fragante

en frescos hemisferios amarillos,

te quedabas

allí, sujeto

a nada,

con tu vida

y tu muerte,

con tu arena

cayendo,

midiéndote

y vaciándote,

en el aire,

en el humo,

en las callejas rotas

del invierno.

Era en París, vivías
en los descalabrados
hoteles de los pobres.
España
se desangraba.
Acudíamos.
Y luego
te quedaste
otra vez en el humo
y así cuando
ya no fuiste, de pronto,
no fue la tierra
de las cicatrices,
no fue
la piedra andina
la que tuvo tus huesos,
sino el humo,
la escarcha
de París en invierno.

Dos veces desterrado,
hermano mío,
de la tierra y el aire,
de la vida y la muerte,
desterrado
del Perú, de tus ríos,
ausente
de tu arcilla.
No me faltaste en vida,
sino en muerte.
Te busco
gota a gota,
polvo a polvo,
en tu tierra,
amarillo
es tu rostro,
escarpado
es tu rostro,
estás lleno
de viejas pedrerías,
de vasijas
quebradas,
subo
las antiguas
escalinatas,
tal vez
estés perdido,
enredado
entre los hilos de oro,
cubierto
de turquesas,
silencioso,
o tal vez
en tu pueblo,
en tu raza,
grano
de maíz extendido,
semilla
de bandera.
Tal vez, tal vez ahora
transmigres
y regreses,
vienes
al fin
de viaje,
de manera
que un día
te verás en el centro
de tu patria,
insurrecto,
viviente,
cristal de tu cristal, fuego en tu fuego,
rayo de piedra púrpura.

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Por Vallejo

De Gonzalo Rojas

Ya todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: —Todavía.

Y le arrancó esta pluma al viejo cóndor

del énfasis. El tiempo es todavía,

la rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas

de todos los veranos, el hombre es todavía.

Nada pasó. Pero alguien que se llamaba César en peruano
y en piedra más que piedra, dio en la cumbre
del oxígeno hermoso. Las raíces
lo siguieron sangrientas cada día más lúcido. Lo fueron
secando, y ni París pudo salvarle el hueso ni el martirio.

Ninguno fue tan hondo por las médulas vivas del origen
ni nos habló en la música que decimos América
porque éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura
cuando nos vio la suerte debajo de las olas
en el vacío de la mano.

Cada cual su Vallejo doloroso y gozoso.
No en París
donde lloré por su alma, no en la nube violenta
que me dio a diez mil metros la certeza terrestre de su rostro
sobre la nieve libre, sino en esto
de respirar la espina mortal, estoy seguro
del que baja y me dice: —Todavía.

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Cholo Vallejo

De Julio Llinás

Si el mundo fuera cuerdo,

si lo fuera –digo, es un decir-

acaso yo sabría, después de tantos años,

de tantos accidentes, catástrofes, combates,

humillaciones, navajazos, intoxicaciones,

pánicos, muertes, esperanzas,

caídas de caballos, de dientes, de cabellos,

y esa legión de oscuridades,

si el mundo fuera, entonces, cuerdo,

-digo, es un decir-

tal vez acaso yo sabría

por qué me ha condenado la letra

en que nació la pena

a estar aquí de pie, a solas con la vida.

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