Rubén Darío: Un cronista desdeñado

Un cronista desdeñado

De esos descubrimientos que se dan sin querer fue el de Günther Schmigalle al conocer a Rubén Darío.

“La crónica poética y cosmopolita no es sólo un sueño del pasado. Se puede aplicar a muchos temas actuales.” – Günther Schimigalle

Letzira Sevilla Bolaños

En sus recuerdos atesora el momento en el que comenzó sus estudios de Filología Románica en la Universidad de Bonn y en la entrada de la biblioteca del Seminario de Romanística había una gigantesca cabeza de piedra, al estilo de las estatuas de la Isla de Pascua, que representaba el rostro de Rubén Darío. No sabe con precisión cuántas veces pasó frente a ella sin interesarse por el hombre ahí representado.

“Tenía la idea de que se trataba de un poeta en la torre de marfil, que no tenía ninguna importancia para los jóvenes progresistas y marxistas que éramos”, señala Shmigalle. Sin embargo, en 1988, vino a Nicaragua para ser profesor en la Escuela de Bibliotecología y en la Escuela de Arte y Letras de la UCA. Su arribo coincidió con el centenario de la publicación de Azul…, y recuerda que había una celebración en el auditorio Neisy Ríos.

“Un profesor norteamericano, el único que usaba corbata, daba una conferencia; y Fidel Coloma, director de la Biblioteca Nacional, me habló en alemán y me contó de un libro de una dariísta alemana que él había traducido. Así fue cómo comencé a interesarme por Darío, y me daba cuenta de que la imagen del Darío esteticista, a quien sólo le interesaba la belleza, era falsa”, aclaró.

Y asegura haber descubierto la poesía de Darío por medio del humorista Gonzalo Rivas Novoa, que tradujo muchos poemas al idioma popular de Nicaragua. “Descubrí su prosa, con la ayuda de amigos como Fidel Coloma y José Jirón Terán, que en paz descansen, de Julio Valle-Castillo y sobre todo de Jorge Eduardo Arellano. En efecto, estos dos últimos habían publicado una antología con escritos políticos de Darío, con el título: Tantos vigores dispersos”, recuerda.

De esa manera supo que Darío, además de ser un poeta novedoso, complejo, y a veces elitista, había sido un escritor político y antiimperialista prolífico.

“Darío se desempeñó como periodista desde la edad de quince años, hasta pocas semanas antes de su muerte. Ha publicado unos diez tomos de crónicas periodísticas, pero esta parte de su obra ha sido descuidada por los estudiosos”, asevera. Schmigalle ha compilado las crónicas desconocidas de Darío y sobre ellas comparte lo siguiente.

¿Por qué las crónicas darianas han sido poco estudiadas?

La causa principal está en un esquema de teoría literaria muy rígido que ha predominado durante la mayor parte del siglo XX. Según este esquema, en la literatura hay tres géneros: la poesía, la narrativa (novela y cuentos) y el teatro. Lo que no encajaba en estos cajones se consideraba que no tenía valor. Los principales criterios eran el estilo, la forma y la imaginación. Un género como el periodismo, basado en hechos reales, no se tomaba en cuenta.

¿Qué consecuencias tenía esta teoría?

La principal consecuencia fue que la poesía de Darío se ha editado y estudiado mucho, también hay bastantes ediciones e interpretaciones de sus cuentos, mientras que sus crónicas son todavía un terreno casi virgen. La investigación en este campo está apenas comenzando. Tenemos ediciones críticas de algunos de sus libros de crónicas, pero todavía no hay una interpretación completa, no hay un inventario completo, no existen ediciones de texto completamente confiables.

Los primeros editores que hicieron el intento de compilar las obras completas de Darío, como el poeta chileno Alberto Ghiraldo, cuando incluían crónicas en estas ediciones, muchas veces las mutilaron, para que ya no se vean como artículos periodísticos y para que parecieran poemas en prosa. Pensaban que le estaban haciendo un favor a Darío, cuando en realidad estaban corrompiendo sus textos. Esa gente consideraba el periodismo como una cosa inferior. Casi les daba vergüenza que Darío haya escrito tantos textos de ese tipo. Aún así, en todos los países donde Darío ha publicado en los periódicos, se encontraron editores que compilaron estos textos: Diego Manuel Sequeira y Gustavo Alemán Bolaños en El Salvador y en Guatemala, Teodoro Picado y Pablo Steiner en Costa Rica, Raúl Silva Castro en Chile, Regino Boti en Cuba, E. K. Mapes, Pedro Luis Barcia y Roberto Ibáñez en Argentina. Todas estas compilaciones deberían hoy retomarse, revisarse y actualizarse.

¿Qué opinión tiene de La caravana pasa?

Julio Valle-Castillo fue el primero que me prestó este libro, que yo ignoraba totalmente; y después Jorge Eduardo Arellano me facilitó un ejemplar de la primera edición, que no es fácil encontrar. Cuando lo leí por primera vez, me deslumbró; me parecía que se trataba de un libro muy atractivo y muy injustamente olvidado. Se trata de un conjunto de 31 crónicas, escritas entre los años 1901 y 1902, en su mayor parte en París, aunque también hay algunas escritas en Dieppe, en Londres y en Bruselas. La información que contienen esas crónicas es valiosa porque se refiere a aspectos hoy olvidados del proceso de modernización y de las situaciones políticas de aquel momento. La manera cómo se exploran esos aspectos es poética. Se usan metáforas, mitos, símbolos; en parte conservando los símbolos poéticos tradicionales, en parte creando símbolos nuevos, que se toman de la actualidad.

 Y en fin, esta edición de La caravana pasa…

Lo primero que hice fue tratar de lograr una transcripción correcta de esos textos. “La caravana pasa” no era un libro desconocido, ya existían cinco ediciones, pero todas eran más o menos corruptas. Lo ideal para mí hubiera sido utilizar los manuscritos de Darío, pero parece que ningún manuscrito de crónica se ha conservado. Por eso me basé en los originales publicados en La Nación, hasta donde fui después frecuentar inútilmente la Biblioteca Nacional y pude comprar los microfilmes de La Nación del tiempo de Darío.

Después de la transcripción, me dediqué a anotar los textos, tratando de identificar las fuentes utilizadas por Darío en la prensa francesa y en otras publicaciones de la época. Eso es un juego apasionante, que no termina jamás, ya que Darío era un lector insaciable, que tenía una fuerte inclinación a las publicaciones oscuras, marginales y de difícil acceso. Esas anotaciones ayudan a identificar las citas de otros autores y a captar el sentido de las referencias y alusiones que contiene el texto. Digamos que permiten penetrar en el secreto poético de esas crónicas.

Cómo logró usted publicar los dos tomos de Crónicas desconocidas…

La bibliografía publicada por Susana Zanetti en 2004, Crónicas de Rubén Darío en La Nación, abarca unos 650 títulos, publicados entre 1889 y 1915. Cuando buscaba los originales de “La caravana pasa”, descubrí una gran cantidad de crónicas desconocidas, que nunca se habían incluido en ningún libro, ni por Darío mismo ni por los compiladores posteriores. Publiqué estas crónicas en dos tomos, de 50 crónicas cada uno, siempre en una transcripción  fiel y con amplias anotaciones. En la introducción al primer tomo traté de clasificar estas crónicas por temas, hablando de crónicas “clásicas”, “impresionistas”, “de salón”, “entrevistas”, “polémicas” y “reseñas de libros”. Me han dicho algunos que los tomos de crónicas desconocidas son más interesantes que el de “La caravana pasa”. Lo cierto es que son menos filosóficas.

¿Puede dar algunos ejemplos de temas tratados por Darío?

En “La caravana pasa”, tenemos por ejemplo:
La visita de Ranavalo, reina de Madagascar, a París. Esa reina fue destronada cuando el ejército francés conquistó a su país y lo convirtió en colonia. La reina fue exiliada a Argelia. Darío utiliza su visita para una reflexión sobre el imperialismo de las grandes potencias.

En un cementerio de París se va a inaugurar una estatua de Heinrich Heine, poeta alemán que vivió y murió exiliado en Francia. Darío reflexiona sobre los poetas rechazados por sus respectivas patrias

Estamos en los inicios de la navegación aérea. Un globo dirigible, en el cual viaja un explorador brasileño, explota y cae sobre París, los tripulantes se matan. Darío reflexiona sobre el lado negro del progreso tecnológico.

Motivado por las famosas carreras de caballos de París, Darío compara los méritos del caballo y del recién inventado automóvil. En ese momento, ni Darío ni nadie se imaginaban que los caballos iban a desaparecer del panorama de las ciudades y los automóviles llegarían a tener un dominio casi completo.

Sobre los milagros de Lourdes, Darío entrevista a un amigo, el músico y ocultista puertorriqueño Gonzalo Núñez. Este trata de demostrar en un largo discurso que la iglesia de hoy está en las manos del Anticristo. Darío solo escucha. Se nota que el tema de Lourdes no le interesa mucho.

¿Qué tareas quedan para los investigadores futuros?

Las crónicas de Darío son un tema que apenas se ha comenzado a explorar. Estamos en pañales. La tarea de compilar y transcribir correctamente estos textos y publicarlos en ediciones confiables está muy lejos de ser terminada. Todavía quedan crónicas totalmente desconocidas por descubrir, tanto en La Nación como en otros periódicos.

Otra tarea muy interesante sería analizar la relación que hubo entre Darío y los demás cronistas modernistas. En primer lugar su relación con José Martí, que fue su gran modelo en este campo, con los artículos que enviaba desde Nueva York a los grandes diarios sudamericanos, en los años 1880-1892. Después su relación con sus amigos y colegas en París: Enrique Gómez Carrillo, Amado Nervo, Manuel Ugarte, Rufino Blanco-Fombona, Ricardo Rojas… Su relación con Carrillo fue especial, ya que los dos vivían en una competencia constante. Escribían sobre los mismos temas, cada quien tratando de que su propia crónica fuera más elegante que la del otro.

¿Qué descubrió con las crónicas de Darío?

El estudio de sus crónicas ayuda a aclarar muchos aspectos de su biografía, e incluso a descubrir elementos nuevos de la misma. Por mi parte, por las crónicas me he dado cuenta de que:

En agosto de 1893, Darío fue testigo de una gran rebelión estudiantil en París, y fue amigo de uno de los líderes de la rebelión, el escritor Jean Carrère, a quien la policía trató de asesinar. Darío no menciona este asunto en su autobiografía, y ningún biógrafo lo menciona tampoco. En la misma época, Darío conoció a Marion de Lorme, una de las cortesanas más altamente cotizadas de París, que fue su amante y sobre la cual existe una amplia documentación.

Darío nunca ha visitado el santuario de Lourdes, como lo afirma Edelberto Torres, apoyándose en una documentación errónea.

Darío tuvo amistad, primero en Buenos Aires y después en París, con un abate francés que se había salido de la iglesia y que llegó a la Argentina para convivir con una mujer que amaba. Después, arrepentido, se regresó a Francia, donde Darío lo acompañaba en sus sesiones de penitencia y de alcoholismo.

¿Quiénes fueron los continuadores de la crónica modernista de Darío?

Hubo un continuador nicaragüense muy importante, Eduardo Avilés Ramírez. Hay un excelente artículo sobre él, de Jaime Serrano Mena, que fue presentado como ponencia en el simposio dariano de 2013.

¿Cuál es el legado de Darío cronista?

A mí me gustaría que todos los periodistas, o comunicadores como los llaman hoy, hayan leído por lo menos un libro de crónicas de Darío, no de manera obligatoria, porque la obligación provoca muchos rechazos, sino de manera voluntaria. Creo que podrían aprender mucho de él.