Nació el 16 de enero de 1897 en Villa Hermosa, Tabasco.
Carlos Pellicer es uno de los más destacados poetas del Grupo Contemporáneos.
Durante cuatro años fue director del Departamento de Bellas Artes. Su amor por la pintura y la arqueología lo llevó a especializarse en museografía: varios de los museos del país son obra suya: el Museo de la cultura Olmeca en la Venta, Tabasco, el de Frida Kahlo en la ciudad de México, y el Anahuacalli de arte prehispánico con Diego Rivera.
Considerado como poeta del trópico, entre sus libros se encuentran Colores en el mar y otros poemas (1921), Hora y 20 (1927), Camino (1929), Hora de junio (1937), Recinto y otras imágenes (1941), Subordinaciones (1948) y Práctica de vuelo (1956).
En 1933 fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y en 1964 le es concedido el Premio Nacional de Literatura.
En 1976 y por su estado natal, es electo senador de la República. Ha viajado desde su adolescencia por Sudamérica, Europa, Próximo Oriente.
Carlos Pellicer falleció en Ciudad de México el 16 de febrero de 1977.
Obras
1921: Colores en el mar y otros poemas
1924: Piedra de sacrificios
1924: Seis, siete poemas
1924: Oda de junio
1927: Hora y 20
1929: Camino
1931: Cinco Poemas
1933: Esquemas para una oda tropical
1934: Estrofas al mar marino
1937: Hora de junio (1929-1936)
1940: Ara virginum
1941: Recinto y otras imágenes
1941: Exágonos
1946: Discurso por las flores
1949: Subordinaciones
1950: Sonetos
1956: Práctica de vuelo
1961: El trato con escritores
1962: Material poético 1918-1961
1962: Dos poemas
1962: Con palabras y fuego
1965: Teotihuacan y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlán
1966: Bolívar, ensayo de biografía popular
1972: Noticias sobre Nezahualcóyotl y algunos sentimientos
1976: Cuerdas, percusión y alientos
Póstumas
1978: Reincidencias
1978: Cosillas para el nacimiento
1985: Cartas desde Italia
1987: Cuaderno de viaje
Al dejar un alma
Agua crepuscular, agua sedienta,
se te van como sílabas los pájaros tardíos.
Meciéndose en los álamos el viento te descuentan
la dicha de tus ojos bebiéndose en los míos.
Alié mi pensamiento a tus goces sombríos
y gusté la dulzura de tus palabras lentas.
Tú alargaste crepúsculos en mis manos sedientas:
yo devoré en el pan tus trágicos estíos.
Mis manos quedarán húmedas de tu seno.
De mis obstinaciones te quedará el veneno,
flotante flor de angustia que bautizó el destino.
De nuestros dos silencios ha de brotar un día
el agua luminosa que dé un azul divino
al fondo de cipreses de tu alma y de la mía.
Fuente: buscabiografias.com