Juan Rulfo: el escritor mexicano más universal

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Se conmemoran cien años de Juan Rulfo, el escritor mexicano más universal

Por: Fermín Ramírez

Ciudad de México.- Este martes 16 de mayo de 2017 se cumplen cien años del nacimiento del más universal de los escritores mexicanos: Juan Rulfo.

Carlos Fuentes fue rotundo al afirmar que la mejor novela jamás escrita en México es Pedro Páramo. Agregó que la obra de Juan Rulfo no sólo es mexicana, sino hispanoamericana y aun es “una gran novela de la lengua española y es universal”. Para el también extinto narrador, la de Rulfo es dentro de las letras nacionales una obra incomparable por su belleza, profundidad, emoción y sabiduría literaria. La comparó con “un árbol seco” del cual penden “manzanas de oro”. 

Pedro Páramo es la única novela de Juan Rulfo, publicada en 1955. Se trata de su segundo libro, después de El llano en llamas, que reunió diversos cuentos que había ido publicando en diarios y en revistas literarias. Desde su edición príncipe, la novela de Rulfo causó conmoción en el ámbito literario nacional. No todas las críticas fueron favorables al principio. Se le acusaba de tener un estilo confuso. Se decía que era algo así como un largo poema en prosa. Se buscaron de inmediato “influencias” y pronto se dijo que presentaba semejanzas con la obra de William Faulkner.

El reconocimiento llegó rápido y fue definitivo, inapelable, y pronto se expresaron a su favor sus contemporáneos más connotados. Entre ellos Gabriel García Márquez, quien relató que, a su llegada a México el 2 de julio de 1961, siendo ya “un escritor de cinco libros clandestinos” se sentía en un callejón sin salida. Hasta que leyó a Rulfo.

Así lo contó: “Conocía bien a los autores buenos y malos que hubieran podido enseñarme el camino, y sin embargo me sentía girando en círculos concéntricos. No me consideraba agotado. Al contrario: sentía que aún me quedaban muchos libros pendientes, pero no concebía un modo convincente y poético de escribirlos. En esas estaba, cuando Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ‘¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda!’

“Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leía la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá —casi 10 años atrás— había sufrido una conmoción semejante”.

De ahí habría cobrado García Márquez energía, ideas y ánimo para escribir su propia obra cimera: Cien años de soledad. Por eso, se atribuye influencia de Rulfo en el llamado realismo mágico, que caracterizó a diversas obras literarias latinoamericanas.

Por su parte, el célebre escritor argentino Jorge Luis Borges escribió: “Desde el momento en que el narrador, que busca a Pedro Páramo, su padre, se cruza con un desconocido que le declara que son hermanos y que toda la gente del pueblo se llama Páramo, el lector ya sabe que ha entrado en un texto fantástico, cuyas indefinidas ramificaciones no le es dado prever, pero cuya gravitación ya lo atrapa […] Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura”.

De esas dimensiones fue el reconocimiento internacional que obtuvo la única novela de Juan Rulfo.

Su nombre completo era Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno, nació en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917, en una familia acomodada, que perdió todo durante la Revolución. La adopción del apellido Rulfo fue debido a una petición de la abuela María Rulfo, pues en su familia fueron siete hermanas y un solo varón que murió soltero y sin descendencia. Para evitar que se perdiera el apellido pidió a sus nietos que adoptaran el apellido Rulfo.

Pasó su infancia entre su pueblo natal y San Gabriel (la actual Ciudad Venustiano Carranza), donde realizó sus primeros estudios y pudo contemplar algunos episodios de la Guerra Cristera. Vivió en San Gabriel hasta los diez años, en compañía de su abuela, para ingresar luego en un orfanato donde permaneció cuatro años más. Cuando apenas había cumplido los ocho, ya había leído los libros de la biblioteca parroquial que el sacerdote del pueblo puso al cuidado de su abuela.

Su niñez se vio afectada por las luchas religiosas del país, la “guerra de los cristeros”, que fue particularmente violenta en el estado de Jalisco, lo que le llevó a decir: “Entonces viví en una zona de devastación. No sólo de devastación humana, sino devastación geográfica. Nunca encontré ni he encontrado hasta la fecha, la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una cosa atávica, una cosa de destino, una cosa ilógica”. Este mundo en el que se crió durante su infancia le formó como un niño retraído al que le gustaba jugar solo.

Desde muy joven pierde a su padre, asesinado de un disparo en la nuca, y luego a su madre, por lo que fue recluido en un orfanato de Guadalajara. También varios tíos suyos murieron en circunstancias trágicas. Por eso, el elemento fundamental en sus relatos será la muerte. Pocas veces se refiere a ella directamente, pero su sombra figura en cada enunciado.

La desolación, el dolor, su estrecho vínculo con la soledad, marcarán su vida y, por lo tanto, su obra. Guardó siempre un carácter triste, sensible, retraído, romántico y observador al mismo tiempo.

Así era el más universal de los escritores mexicanos.