João Guimarães Rosa

El cuentista, novelista y diplomático brasileño João Guimarães Rosa, a quien recordamos a 50 años de su muerte, que se cumplen este 19 de noviembre, es considerado una de las figuras más importantes de la literatura latinoamericana. Su obra máxima es Gran sertón: veredas.

ntista, novelista y diplomático brasileño Joao Guimaraes Rosa, a quien se recuerda a 48 años de su muerte, que se cumplen este 19 de noviembre, es considerado una de las figuras más importantes de la literatura de su país por obras como Gran sertón: veredas.João Guimarães Rosa nació en Cordisburgo, un pueblecito perdido en el centro de Minas Gerais, el 27 de Junio de 1908, el primero de los eis hijos de Francisca (Chiquitinha) Guimarães Rosa y Florduardo Pinto Rosa, un comerciante de aves, juez de paz, cazador de pumas, peluquero y contador de historias, que llevaba al chico consigo hasta los mismos antros donde los gauchos y los vaqueros recordaban sus vidas, mientras comían recostados en las sillas de montar o descansaban entre el pienso de las bestias.
Miope desde niño, pero voraz lector, con sus gruesos lentes aprendió por sí mismo francés, holandés y alemán, brillantez lingüística que nunca lo abandonó, llegando a hablar, aparte de aquellas y la propia, español, italiano, esperanto, algo de ruso, y también leía sueco, latín, griego,
húngaro, árabe, sánscrito, lituano, polaco, tupí, hebreo, japonés, checo, finés, danés y algunas variantes del chino.
Luego, durante la pubertad, entró en fascinación con el mundo de los insectos y la vida natural, haciéndose coleccionista de mariposas, aves y serpientes vivas y muertas, lo que quizás lo empujó a matricularse en la Facultad de Medicina de Minas Gerais, donde se recibió, ejerciendo de inmediato la profesión en otro pueblecito, Itaguara, donde, acompañado por su mujer y sus dos hijitas, atendía una clientela variopinta de marginados, gobernantes, moribundos y terratenientes, cuyas historias conocería de sus propias bocas y almas cuando recorría las llanuras desérticas del sertón, hasta las fronteras con Mato Grosso, Bahía y el Amazonas.
A los veintinueve años fue nombrado cónsul en Hamburgo, en el mismo momento en que estallaba la segunda guerra mundial. En el
Museo del Holocausto de Jerusalén hay un grueso volumen que recoge cientos de declaraciones de los perseguidos del nazismo
que afirman deber su vida al escritor.
Al romperse las relaciones diplomáticas entre Brasil y Alemania, fue puesto durante cuatro meses en prisión, junto a otros funcionarios, en Baden-Baden, de donde saldría con destino a Bogotá y permanecería ahí hasta 1944. Más tarde regresaría durante los terribles días de
la IX Conferencia Interamericana de 1948, cuando luego del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán la ciudad fue destruida por las llamas y la insurrección.

Durante la estadía en la fría capital colombiana, situada a 2 mil 640 metros sobre el nivel del mar, Guimarães Rosa escribió Páramo, una historia de la muerte parcial del protagonista, causada por la soledad, la saudade de los suyos, el frío, la humedad y la asfixia que produce el soroche bogotano. Aun cuando desde 1963 había sido elegido miembro de la Real Academia de Letras de Brasil, sólo aceptó ingresar a ella en 1967, justo tres días antes de su muerte, acaecida en su departamento de Copacabana el 19 de Noviembre. Tenía cincuenta y nueve años.

Fuente: BIBLIOTECA DIGITAL DE AQUILES JULIÁN 34