Manuel González Prada

Hoy recordamos a Manuel González Prada, nacido el 5 de enero de 1844 en Lima, fue uno de los pensadores, ensayistas, pensadores y poetas peruanos más importantes de fines del siglo XIX del siglo XX.

Parques, plazas y avenidas llevan hoy su nombre, pero sus escritos suelen ser mirados de soslayo por la lacerante actualidad que tienen, sobre todo en términos de crítica social, política ya que eran de naturaleza directa, aguda y controversial. Hablar de Manuel González Prada es hablar de un filósofo que no ofrecía concesiones cuando se trataba de expresar su opinión, propulsor de libertades irrestrictas de expresión, educación, culto y pensamiento; y poseedor de un talento poético inspirado en el modernismo francés de Paul Verlaine, con quien habría tenido un enfrentamiento casual en París. Entre sus admiradores estuvo Miguel de Unamuno, célebre filósofo y escritor español, y su obra literaria influyó a futuros grandes nombres de la poesía peruana como Juan Parra del Riego, Alberto Ureta, José María Egure y César Vallejo. Recordemos en esta biografía a Manuel González Prada, a 171 años de su nacimiento:

José Manuel de los Reyes González de Prada y Álvarez de Ulloa, conocido como Manuel González Prada (Lima, 5 de enero de 1844 – Lima, 22 de julio de 1918), fue un ensayista, pensador anarquista y poeta peruano. Fue la figura más discutida e influyente en las letras y la política del Perú en el último tercio del siglo XIX. Como ensayista es considerado uno de los mejores de su patria, destacando por sus feroces críticas sociales y políticas, tendencia que se acentuaría después de la Guerra del Pacífico, la mayor catástrofe bélica de la historia republicana peruana. Ejerció también como Director de la Biblioteca Nacional del Perú (1912-1914 y 1915-1918).

En el plano literario se le considera el más alto exponente del realismo peruano, así como por sus innovaciones poéticas se le denominó el “Precursor del Modernismo Americano”. Como prosista, es recordado principalmente por Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908), ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos. Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento y se manifestó en favor de una educación laica. En el artículo Nuestros indios (1904), explica la supuesta inferioridad de la población autóctona como un resultado lógico del trato recibido y de la falta de educación.

Perteneciente a una familia de raigambre colonial, nació en Lima. Estudió en Valparaíso, Chile, y de retorno en Lima, cursó estudios en el Seminario de Santo Toribio, para pasar luego al Convictorio de San Carlos, donde cursó Derecho, pero no lo concluyó. Se dedicó al periodismo y a la explotación agrícola, en la hacienda de su familia.

En 1863, cuando tenía 19 años, su padre murió a los 48 años y fue enterrado en la Basílica y Convento de Santo Domingo. Abandonó entonces abruptamente el Convictorio de San Carlos, y empezó sus tanteos en el terreno de la poesía y el drama.

Durante la guerra contra Chile, participó en las batallas de San Juan y Miraflores. Al producirse la ocupación de Lima por las tropas chilenas, se recluyó en su casa en señal de protesta (1881-1883). Tras la partida de los invasores, reinició su labor periodística y esta vez desató su ira contra los vicios nacionales que habían causado el desastre bélico, con un verbo muy elocuente e incisivo. En 1885 tomó la dirección del Club Literario, que luego se convirtió en la Unión Nacional, entidad política de principios radicales.

En 1887, se casó con la francesa Adriana Adelayda Verneuil Conches, a quien había conocido en Lima en 1877, y declarado su amor en 1884. Sus dos primeros hijos, una mujer (Cristina) y un varón (Manuel), murieron antes de cumplir el primer año de vida (1888 y 1889, respectivamente). Un tercer hijo nacería más tarde, en París: Alfredo, quien si sobrevivió a su padre.

Algunos de sus discursos tuvieron gran resonancia, como el leído en el teatro Politeama en 1888 donde se proclamó su célebre frase: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”, convocando a la lucha por el cambio social, contra las malas ideas y los malos hábitos, contra leyes y constituciones ajenas a la realidad peruana, contra la herencia colonial, contra los profetas que anunciaban el fracaso definitivo de América Latina.

A finales de 1891 viajó a Europa donde permaneció alrededor de siete años. A su regreso al Perú, imbuido de las ideas anarquistas, reinició sus críticas contra la corrupción política, identificándose con la clase obrera.
En 1901 publicó su primer libro de poesía, Minúsculas, en una edición doméstica de solo cien ejemplares. Colaboró, de 1904 a 1909, en el periódico mensual Los parias, con artículos sociales. En 1905, invitado por la Federación de Obreros Panaderos de Lima a conmemorar el 1.º de mayo, dictó su conferencia El intelectual y el obrero. En 1908 publicó en Lima su libro Horas de lucha, y en 1911, su segundo libro de poesías Exóticas.

En 1912 se le confió la dirección de la Biblioteca Nacional en reemplazo de Ricardo Palma. Al producirse el golpe de estado de febrero de 1914, se instaló un nuevo gobierno presidido por el coronel Óscar R. Benavides. González Prada, contrario al militarismo, renunció a su cargo e inició la publicación del periódico La lucha, del que solo salió un número, requisado por la dictadura.
Restituido el orden constitucional en 1915, González Prada volvió a su cargo al frente de la Biblioteca Nacional. Allí, y en su domicilio, recibió la visita de diversas personalidades, entre los que se contaron Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui y César Vallejo, que fueron grandes admiradores suyos, y que se inspiraron del gran maestro.

Falleció repentinamente en Barranco, Lima, el 22 de julio de 1918 a los 74 años de edad, víctima de un síncope cardíaco. Fue enterrado en un mausoleo del Cementerio Presbítero Matías Maestro. Le sobrevivió su esposa, Adriana Verneuil (fallecida en 1947), quien escribió en su recuerdo el libro Mi Manuel (Lima, 1947); y su hijo Alfredo González Prada, que compiló su obra inédita, trabajo que fue continuado por Luis Alberto Sánchez.

Fuente: blog.derrama.org.pe

Breve discurso de Luis Alberto Sánchez (periodista, crítico literario, historiador, narrador y, sobre todo, ilustre maestro) sobre Manuel González Prada.