Elena Garro, etérea y rebelde
Hizo de la libertad su atuendo. Sin importar lo que dijeran otros, luchó por ser autónoma y procuró conservar su autenticidad. Elena Garro, a través de la escritura, exorcizó miedos y tabúes, se liberó de atavismos y, al mismo tiempo, logró otorgar otro matiz a la condición femenina. Pionera del realismo mágico, su obra es un referente indispensable en la literatura mexicana del siglo XX.
Varias facetas relacionadas con la escritura convergen en la figura de Elena Garro. Se desempeñó como periodista, dramaturga, novelista, cuentista y guionista.
Nació en la ciudad de Puebla el 11 de diciembre de 1916. José Antonio Garro Melendreras, su padre, era español, originario de Asturias. Esperanza Navarro Benítez, su madre, era mexicana, procedente de Chihuahua. Tuvo tres hermanas y un hermano: Devaki, Sofía (murió cuando era niña), Estrella y José Albano. Su infancia transcurrió en Iguala, Guerrero. “De niña era indiferente a las muñecas y amaba los soldados y una historia que veía en las páginas de Pinocho”, reflexiona Garro en una entrevista con Emmanuel Carballo. En reiteradas ocasiones reconoció que sus años más felices fueron su infancia y su primer lustro de adolescencia, época en la que ya estaban instalados en la Ciudad de México. De esa temporada provienen los cuentos de La semana de colores (1964), “en cuyo lirismo es notable la influencia de las voces indígenas que la rodearon de niña en su pueblo”, señala la chilena Gabriela Mora, investigadora literaria, coautora con Lucía Melgar de Elena Garro: lectura múltiple de una personalidad compleja (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México, 2002).
Cuando cursaba la preparatoria, en 1935, conoció a Octavio Paz. Eran dos jóvenes con intereses comunes y grandes afinidades. Un par de años después, Elena ya estaba en el segundo semestre de Letras hispánicas en la UNAM. Julio Jiménez Rueda, Samuel Ramos, Salvador Azuela y Julio Torri fueron algunos de sus maestros. Durante esos años universitarios estudió danza clásica con Zybin, discípulo de Ana Pavlova. Al poco tiempo se desempeñó como coreógrafa en el Teatro Universitario, dirigido por Julio Bracho. En ese momento sus principales intereses eran el teatro, la danza y la literatura. En 1937 Xavier Villaurrutia le pidió que participara en el montaje de Perséfona, de André Gide. En ese mismo año, su padre intentó persuadirla de que no se casara tan joven y terminara su carrera universitaria. Sin embargo, de nada sirvieron las recomendaciones de don José Antonio. A escondidas de sus padres, Elena se casó con Octavio Paz el 25 de mayo de 1937.
El primer viaje que hicieron como matrimonio fue a España, en plena Guerra Civil. Paz había sido invitado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. De esa estancia en España surgió Memorias de España 1937, en donde Garro describe sus experiencias y convivencia con personajes como Rafael Alberti, José Chávez Morado, Silvestre Revueltas, José Mancisidor, César Vallejo y León Felipe.
La pareja regresó a México y Paz le dijo que no era conveniente que terminara sus estudios en la UNAM; también le sugirió que dejara la danza y el teatro. En 1939 nació la hija de ambos, Helena Laura Paz Garro, a quien llaman cariñosamente La Chata. Alfonso Reyes, Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, Francisco Tario, eran algunos intelectuales que los visitaban con cierta asiduidad.
De 1946 a 1952 la familia Paz Garro vivió en París. Se instalan en un departamento en la avenida Víctor Hugo. Se relacionan con artistas que residen en aquella ciudad y conviven con Bejamin Péret, Albert Camus y Jean Genet, entre otros. Más tarde, debido a los vaivenes diplomáticos de Paz, la familia viaja por varias metrópolis europeas y pasa algunos meses en Japón. En 1953 regresan a la capital mexicana.
“En cierto sentido, y a pesar de las diferencias históricas y generacionales, el matrimonio de Elena Garro y Octavio Paz llegó a representar para la vida cultural mexicana el equivalente a lo que la legendaria pareja dorada, integrada por Zelda Sayre y Francis Scott Fitzgerald, significó en los años veinte para los círculos artísticos de Estados Unidos. En ambos matrimonios confluyeron y chocaron belleza, inteligencia, talento, éxito, celos de sus mutuas capacidades creadoras y relaciones extramaritales. Cuatro personajes de los que, se dice, se adelantaron a su tiempo”, refiere la periodista Patricia Vega en el ensayo “Elena Garro o la abolición del tiempo”.
De 1954 a 1959 Garro trabajó como periodista y guionista. Se sumaron nuevas inquietudes en la vida de la escritora, como su activismo en defensa de los comuneros de Ahuatepec, Morelos. En la siguiente década luchó porque se llevara a cabo la reforma agraria integral. En 1954 Garro investiga el caso del General Felipe Ángeles en archivos militares, tema que deriva en una obra de teatro.
En 1956 el matrimonio Paz Garro empieza a valorar una separación y al año siguiente tiene lugar la ruptura. Emmanuel Carballo considera a Testimonios sobre Mariana (1964) como una novela en donde se refleja cómo fue la vida de Elena en esos años. Desde el punto de vista del crítico literario hay claves en esa historia: Mariana es Elena; Augusto, Octavio Paz; Adolfo Bioy Casares, Vicente; Archibaldo Burns, Barnaby; y Natalia, Helena Paz Garro. Aunque la autora nunca lo aceptó públicamente, su hija, en una carta que envió a Carballo en 2006, reconoce que su madre estaba consciente de que había mucho de realidad en esas páginas. La novela, como otras de Garro, permaneció guardada en un baúl. Por falta de dinero, un día tuvo que publicarla.
Tras la separación, en 1957, la vida de Elena se torna más activa. Sus guiones son llevados a la pantalla grande: Perfecto Luna por Archibaldo Burns y Las señoritas Vivanco en colaboración con Juan de la Cabada y Josefina Vicens. Este mismo año se da a conocer otra faceta importante: el teatro. La Universidad Veracruzana publica la trilogía integrada por Un hogar sólido, Andarse por las ramas y Los pilares de Doña Blanca. La primera de éstas fue estrenada en 1956 por el grupo Poesía en Voz Alta. En dicha obra la acción se desarrolla en el interior de una cripta, donde han sido depositados los cuerpos de los integrantes de una familia. Los personajes son estos muertos que al dejar “una parte de su existencia” han accedido a una vida distinta de la que llevaban sobre la tierra. Su modo de habituarse a su nueva condición adquiere rasgos particulares. Estos seres parecen no depender de su propia sustancia física para relacionarse entre sí, aunque restituirla semeja una forma de cortesía indispensable en el momento de recibir a un nuevo pariente.
Para esos años, la amistad que tuvo Elena con Adolfo Bioy Casares ya había derivado en un romance. De aquella relación surgió una correspondencia de casi veinte años. Ella llegó a escribir que Bioy era “la más feliz aventura de la creación”. Por su parte, el narrador argentino construyó el personaje de Clara en la novela El sueño de los héroes (1954), inspirado en Garro.
En 1963, la editorial Joaquín Mortiz publica Los recuerdos del porvenir. Con dicha novela obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. Según Emmanuel Carballo, con este libro Garro se coloca entre nuestros grandes escritores.
De 1963 a 1968 se ocupa de varios proyectos: escribe novela, cuento y teatro; continúa con sus colaboraciones periodísticas; sigue con su activismo a favor de los campesinos necesitados y, por si fuera poco, dedica tiempo a su trabajo como guionista.
El Movimiento Estudiantil de 1968 le trajo a Elena Garro una serie de problemas acaso sinaparente solución. Entre dimes y diretes fue acusada de ser uno de los líderes que querían derrocar al gobierno y, por otro lado, se rumoró que había señalado a varios intelectuales de izquierda que participaron en la revuelta. Por tal motivo la escritora decidió exiliarse del país junto con su hija. Y comenzó entonces un largo periodo de casi dos décadas fuera de México. De 1971 a 1974 vivió en los Estados Unidos, de 1974 a 1981 estuvo en España y de 1981a 1993 en Francia.
Una vez más, Elena encontró consuelo en su escritura: escribió Andamos huyendo Lola (1980), Reencuentro de personajes (1982), La casa junto al río (1983), Y Matarazo no llamó… (1991), Busca mi esquela y Primer amor (1996).
El 7 de noviembre de 1991 regresó a México, vino a recibir una serie de homenajes en Guadalajara, Aguascalientes, Monterrey y el Distrito Federal. Fue tal el recibimiento y el interés que despertó su obra, que decidió quedarse. Los reconocimientos a su trabajo creativo no se hicieron esperar: en 1994 recibió el Premio Nacional de Literatura Juan Ruiz de Alarcón por Testimonios sobre Mariana; en 1996 le fue concedido el Premio Nacional de Narrativa Colima a obra publicada por las novelas Busca mi esquela y Primer amor (1996); y en ese mismo año obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Elena Garro pasó sus últimos años en Cuernavaca, Morelos. Vivía con su hija y más de una docena de gatos. Murió el 22 de agosto de 1998.
Fuente: http://www.cultura.gob.mx/elena-garro/elena.html