Siete años sin Carlos Montemayor
Carlos Antonio Montemayor Acevesfue narrador, poeta, traductor, ensayista y novelista. Amante y promotor de la incipiente literatura escrita en nuestros idiomas ancestrales, jugó al mismo tiempo un papel relevante como activista político y luchador social. Sus novelas, crónicas y ensayos acerca de diversos movimientos sociales, son referente para analizar el contexto y la actualidad en torno a fenómenos como las guerrillas y los levantamientos indígenas.
Nacido el 13 de junio de 1947 en Parral, Chihuahua, estudió Derecho en la Universidad Autónoma de su Estado y la maestría en Lenguas Iberoamericanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizó estudios orientales en El Colegio de México y aprendió hebreo, griego y latín. Dominó el inglés, italiano, francés, portugués y lenguas mayas contemporáneas. Tradujo autores clásicos como Catulo, Virgilio y Safo, las Odas de Píndaro y Carmina Burana, al igual que poetas modernos como Fernando Pessoa y Lêdo Ivo.
En el ámbito académico, Montemayor impartió clases en la Escuela Preparatoria de la UNAM, fue profesor de tiempo completo en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y conferencista en temas políticos y literarios en 23 países de Europa, África, Asia y América. Becado por el Fideicomiso para la Cultura México/USA y por la Fundación Rockefeller de Nueva York de 1992 a 1998, en 1994 fue artista residente en BellagioStudy and Conference Center (Villa Serbelloni, Italia).
La obra literaria de Carlos Montemayor abarca casi todos los géneros: crónica, ensayo, diccionario, novela, poesía. Calificado por sus críticos como un “verdadero renacentista contemporáneo”, su obra abarca los más diversos campos del conocimiento humano, lo cual se ha reflejado en los múltiples reconocimientos que ha recibido en América Latina, Estados Unidos y Europa.
Publicó diversos artículos en revistas y periódicos como Diálogos, Diorama de la Cultura, El Heraldo Cultural, Revista de Bellas Artes, Plural, Excélsior, Unomásuno y, en fechas más recientes, La Jornada y Proceso. Fue jefe de redacción de la RevistaUniversitaria de la UNAM y fundó en la UAM Casa del Tiempo, revista que dirigió de 1980 a 1982.
Su trabajo literario tuvo como punto de partida la poesía, destacando en este género con Las armas del viento (1977), Abril y otros poemas (1979), Finisterra (1982), Abril y otras estaciones (1989). Aún su narrativa, según contó él mismo, es un reflejo de la poesía en la prosa, concebidas ambas como una forma de toma de conciencia de la realidad: social, comunal, sensorial.
Entre sus libros de relatos podemos mencionar Las llaves de Urgell, El alba y otros cuentos (1986), Operativo en el trópico (Premio Juan Rulfo 1994), Cuentos gnósticos (1997) y La tormenta y otras historias (1999).
Como novelista, es autor de Mal de Piedra (1980), Minas del Retorno (1982), Guerra en el paraíso (1997), Los informes secretos (1999), Las armas del alba (2003) y La fuga (2007). Mal de piedra (1980) remite a una de las constantes de Parral, su pueblo natal: la minería, lo mismo que Minas del retorno, donde rompe con el modelo de la tradicional novela lineal. En cuanto a Guerra en el Paraíso, considerada por el propio autor su obra mejor lograda, es el relato trágico de la guerrilla encabezada en la sierra de Guerrero por Lucio Cabañas Barrientos a principios de los años setenta, dando inicio a la “guerra sucia” en México. Para esta obra recabó testimonios de campesinos sobrevivientes a la represión e investigó documentos sobre las operaciones del Ejército durante el conflicto, en los propios archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Las mujeres del alba es el tercer libro de un proyecto original sobre el asalto al Cuartel Madera el 23 de septiembre de 1965. En esta obra póstuma, Carlos Montemayor relata el evento desde la perspectiva de las esposas, hijas, novias y hermanas de los guerrilleros, algunos de los cuales fueron amigos entrañables del escritor.
Carlos Montemayor mostró un gran interés por las culturas indígenas de México; su libro Tarahumara es el compendio más completo acerca de los rarámuris de la Sierra de Chihuahua, pero su interés por los lenguas vernáculas surgió al realizar, entre 1979 y 1980, una antología de cuentistas oaxaqueños, experiencia que relata en el libro Encuentros con Oaxaca. Impulsó la nueva literatura en lenguas indígenas coordinando las colecciones de 50 volúmenes bilingües de Letras Mayas Contemporáneas de la península de Yucatán y del estado de Chiapas de 1994 a 1998. Recibió por ello el premio Ciencias y Artes de Yucatán y publicó obras como Arte y trama en el cuento indígena, Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México, La voz profunda: antología de literatura mexicana en lenguas indígenas, y Diccionario del náhuatl en el español de México, entre otros.
Coordinó también Situación actual y perspectivas de la literatura en lenguas indígenas, editado en 1993 por Conaculta. “Una de las grandes riquezas de México –escribió Montemayor- es su diversidad de lenguas. Una riqueza que debemos cuidar porque son el alma de todos los pueblos de México. Debemos cantar en todas ellas, escribir en todas ellas, pensar en todas ellas. Las lenguas tienen un mismo fin: despertar la conciencia de los pueblos.” (“Un saludo al EZLN”, 13 marzo 2001)
Por todo lo anterior, Carlos Montemayor puede considerarse uno de los exponentes más relevantes y versátiles de las letras y las ciencias humanas en nuestro país. Pero también jugó un importante papel como activista político y luchador social, y sus novelas, crónicas y ensayos acerca de diversos movimientos sociales son referente para analizar el contexto y la actualidad en torno a fenómenos como las guerrillas y los levantamientos indígenas.
Analizó el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el que simpatizó. Al respecto, escribió el ensayo Chiapas: La rebelión indígena de México. En 2008 se integró a una comisión de mediación entre el gobierno federal y el Ejército Popular Revolucionario (EPR) para investigar el paradero de dos de sus militantes desaparecidos: Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez. Participó también jurídica y políticamente contra la destrucción del Cerro de San Pedro en San Luís Potosí, por parte de la empresa canadiense New Gold-Minera San Xavier.
“México –afirmó Carlos Montemayor al morir- vive en un estallido constante, en el que la pobreza, la inestabilidad, el desempleo, la desnutrición, el crimen organizado están armando un país indeseable para todos; en 2010 solamente pueden empeorar las cosas”.
Por lo que se refiere a su gusto y desempeño musical, Montemayor comenzó desde los siete años de edad a tocar guitarra y luego piano. Posteriormente estudió ópera y tomó clases en la Escuela Superior de Música y en el Conservatorio de canto de Madrid, estrenándose como tenor con el barítono mexicano Roberto Bañuelas. A raíz de su afición preparó el libreto de la obra “Encuentro en ocaso”, de Daniel Catán, y grabó tres álbumes de canciones. “La música –declaró alguna vez- es mi experiencia más física, instintiva”. Entre sus últimos trabajos se encuentran dos discos más, grabados con el pianista Antonio Bravo.
La fecunda y variada trayectoria profesional de Carlos Montemayor lo hizo acreedor de numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. En agosto de 1984 fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española y miembro del Consejo Científico Internacional de la Asociación de Archivos de la Literatura Latinoamericana, del Caribe y África del siglo XX.
En diciembre de 1993 recibió en París el premio Juan Rulfo que otorga anualmente Radio Francia Internacional por su cuento Operativo en el trópico o el árbol de la vida de Stephen Mariner. En octubre de 2003 recibió la medalla Roque Dalton por el Consejo de Cooperación con la Cultura y la Ciencia de El Salvador, en reconocimiento al valor crítico y social de su obra literaria. En noviembre del año 2004, en Castel Goffredo, Italia, recibió el Premio Especial Giuseppe Acerbi, por La Danza del Serpente, título de la traducción italiana de la novela Los informes secretos.
En 1995, la Universidad Autónoma Metropolitana le confirió el grado de Doctor Honoris Causa en reconocimiento a sus contribuciones en el campo de las ciencias sociales y las humanidades y la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez lo nombró Profesor Emérito en atención a su trayectoria académica y literaria. En diciembre de 2009, también la Universidad Autónoma de Chihuahua lo nombró Doctor Honoris Causa en reconocimiento a su obra literaria, a su apoyo a la literatura indígena y a su trayectoria como analista político. En 1997 fue designado Miembro Honorario de Escritores en Lenguas Indígenas A.C. (ELIAC).