Un día como hoy 5 de julio, de 1989, víctima de un infarto, falleció el artista Artur Bispo do Rosario, había nacido en 1909 en Japaratuba, Sergipe, Brasil. Fue bautizado el 5 de octubre de 1909, tres meses después de su nacimiento.
Brasilero, descendiente de esclavos africanos; natural de Japaratuba-Sergipe, fue carabinero de la Marina y pugilista, llegando a campeón latinoamericano de la categoría peso liviano.
Detenido varias veces por insubordinación, es desligado de la Marina en 1933. Llevó a cabo diversos oficios. Fue empleado en la empresa de electricidad del estado, empleado doméstico, de seguridad, portero de hotel; en casi todos los casos, intercambiando su salario por vivienda.
El 22 de diciembre de 1938 tuvo una visión: Dios le dirigió la palabra para avisarle que el día del Juicio Final estaba próximo. Después de peregrinar por varias iglesias del entonces Distrito Federal, terminó subiendo al Monasterio de Sao Bento, donde anunció que era un enviado de Dios, encarga-do de juzgar a los vivos y a los muertos. Dos días después detenido y fichado por la policía como negro, indocumentado e indigente, fue conducido al Hospicio Pedro II de Praia Vermelha, primera institución oficial de ese tipo en el país, destinada a albergar sujetos clasificados como anormales o indeseables. Un mes después de su internación, fue transferido con el diagnóstico de Esquizofrenia Paranoide, a la Colonia Juliano Moreira, en el suburbio de Jacarepaguá, donde permaneció por más de 50 años. Bajo estas circunstancias, comenzó a desarrollar su proceso creativo utilizando materia-les simples, de los que disponía.
Construyó un universo de miniaturas, que guardaba celosamente en su cuarto defendiendo con obstinación sus trabajos. La obra “inspirada por los ángeles y por la virgen María” sería presentada al Todopoderoso en el día del Juicio Final.
Nunca se consideró un artista. Su “viaje estético” era una “misión” dictada por seres del más allá. A la pregunta por su origen contestaba: “Un día, simplemente aparecí en este mundo”. Él era un enviado del cielo. Con la misma naturalidad construyó una obra particularmente emocionante: un mundo rigurosamente organizado, donde todas sus piezas se relacionan entre sí casi como en un juego de ajedrez.En cierto períodos Bispo ayunaba para purificarse y tornarse transparente ” al mando de Nossa Senhora”, según sus palabras. Murió a los 78 años de un infarto de miocardio y arterioesclerosis, en la Colonia.
Trabajaba con materiales de la basura y chatarra, produciendo objetos en serie ligados a la cultura de masas y al consumo, entre los que se cruzan textos y objetos.En su obra conviven ordenadamente desde un barco, que hablaba de un oficio antiguo, hasta autitos, bolitas de maderas, y ojotas; retazos de vida propios y ajenos.Su extrema originalidad lo llevó a acopiar desechos de la cotidianeidad que estaban a su alrededor, los que transformó y organizó en múltiples conjuntos de objetos. Cada uno de estos conjuntos o especie de paneles representa una obra diferente. Estos ofician de esquemas ordenadores, reflejando a su vez un cuidado por la forma, el color, y las texturas.
Su obra fue comparada con los ready- made, de Marcel Duchamp, que remite a la utilización crítica, en el arte, de objetos de uso común. Pero su propósito no era usarlos para convertirlos en objetos de arte, ni siquiera, como a menudo hicieron los dadaístas, para socavar burlonamente los cimientos de la práctica artística convencional. Los miles de objetos que se encuentran minuciosamente inven-tariados y codificados son resultado de sus ideas místicas y su intento de reordenar el mundo.
Nunca dibujó, ni pintó. Sus bordados – muy representativos de su obra- los realizó descosiendo los uniformes de la institución y con esos hilos trabajaba escribiendo nombres, fechas y cifras llevando esas ropas a la condición de mantos o estandartes. Jamás recibió materiales, ni aportes de ninguna naturaleza, y fue un gran custodio de su obra hasta el día de su muerte, como si hubiese intuido que no harían caso al deseo más importante de su vida que era ser enterrado con uno de esos mantos. Hoy podemos verlos exhibidos en la Bienal de San Pablo. De alguna manera y justamente por esa razón, son la obra central. En su parte interna están bordados centenares de nombres y en su parte externa sobre la tela llena de inscripciones cuelgan numerosos cordones amarillos. Murió sin el atuendo con el que deseaba presentarse a “su Señor” el día de su Juicio Final, y sin saber que su obra se convertiría en una referencia obligada del arte contemporáneo.
Visitar actualmente la Bienal de San Pablo, permite encontrarse con gran parte de su obra.
Vea el documental “Arthur Bispo do Rosário”, dirigido por Fernando Gabeira: