Se estuviera vivo, Bezerra da Silva habría cumplido 91 años el 23 de febrero pasado.
Nacido en Recife, en el año 1927, Bezerra había emigrado como tantos cientos de miles de nordestinos a Río de Janeiro. Malvivió como pintor de brocha gorda hasta sus primeras apariciones en radios y televisiones en las que creó un personaje siempre con boina y camisas de colores.
El crítico Tárik de Souza asegura que, con su estilo de sambandido, se anticipó al rap en el diálogo con el hampa. No faltaban en su repertorio loas a figuras del narcotráfico y alusiones a las drogas: A semente, Produto importado, A fumaça já subiu pra cuca… Con expresiones ocurrentes, que pasaron a integrar el lenguaje popular, criticaba la corrupción llamada de cuello blanco -Candidato caô caô o É ladrao que nao acaba mais- y las injusticias -Violência gera violência, Presidente cara de pau…-.
Con humor y un magnífico fraseado, Bezerra da Silva puso música a la vida cotidiana de los marginados de los suburbios, las favelas y los morros. Picaresca de la supervivencia.
Grabó un primer sencillo en 1969 y su primer LP no se publicó hasta 1975. Más de 25 discos y alrededor de tres millones vendidos. Con los también sambistas Dicró y Moreira da Silva grabó, en 1995, Os Três Malandros in Concert, parodia del trío de tenores Pavarotti, Domingo y Carreras.
En los últimos años se convirtió en una referencia para grupos de pop y rock como Barão Vermelho, O Rappa o Planet Hemp. El rapero Marcelo D2 trabajó con él y DJ Marlboro, artista decisivo del funk carioca, también confesó su admiración por Bezerra da Silva.
En 1998 se editó Bezerra da Silva, Produto do morro. Traje-tória e obra de um sambista que nao é sant’, libro de Letícia Vianna.
En el año 2001, inesperadamente, el cronista irreverente de la sociedad urbana y marginal se dejó seducir por la Iglesia Universal del Reino de Dios.
Documental “Donde duerme el búho”.