Arthur Bispo do Rosário

Arthur, de origen muy humilde, fue hijo de carpintero. Nació en Japaratuba, Sergipe, en 1909. Fue conocido por el sobrenombre de bautizo “Bispo” – cargo eclesiástico – y de “Rosário” – patrona de los negros. Una paradoja que amalgama la jerarquía y el complacimiento de la Iglesia Católica presente en su vida y obra.
Muy poco se sabe sobre su infancia; sin embargo, existe un documento que demuestra su ingreso a la Escuela de Marineros Aprendices, en Aracaju, en 1925. En 1926 Bispo se transfiere a de Rio de Janeiro, donde se prepara en la Marina de Guerra y permanece por nueve años.
Cuando ya había ingresado en la Marina, Bispo aprendió el box y luego se convirtió en campeón de peso ligero. Su compromiso con el deporte le causó muchas desavenencias, las mismas que lo llevó a Bispo a terminar solicitando su alejamiento. Así pues, pasa a trabajar en la empresa Light and Power como vulcanizador de llantas en el sector de transportes y, paralelamente, invierte en su carrera como pugilista.
En 1936 Bispo sufre un accidente: la llanta de un bus le aplasta un pie, este accidente lo deja cojo; así pues, se ve obligado a abandonar el box. A pesar de sus pocas victorias obtenidas en el box, Bispo fue muy admirado por los amantes de este deporte, ya que sobresalía por su resistencia en el enfrentamiento con los adversarios.
Debido al proceso judicial que impulsó contra la Light, Bispo conoció a Humberto Leone, abogado laboral. Es en esta circunstancia que pasó, entonces, a residir en el barrio Botafogo, en casa del abogado, convirtiéndose en el muchacho de los recados de la familia.
Precisamente en la casona de los Leone, en la calle São Clemente, que Bispo tiene la revelación que cambiará su vida: En la noche del día 22 de diciembre de 1938, él se ve descendiendo del cielo, acompañado por siete ángeles que lo dejan en la “casa nos fundos murados de Botafogo”, según el bordado que relata el acontecimiento en uno de sus estandartes. Bispo salió, en plena madrugada, por la calle desierta hasta llegar al Monasterio de San Benito, en el Centro de Rio. Estando allí, se presentó a los frailes como “aquel que vino a juzgar a los vivos y muertos”. Entonces, se encaminaron hacia el hospicio de la Praia Vermelha, desde donde fue transferido para la Colonia Juliano Moreira.
Ese proceso de aceptación de delirio que padecía, fue muy conflictivo para Bispo: algunas veces huyó de los internados y, en otras ocasiones, al ser dado de alta, intentó adaptarse al mundo. Apaciguado consigo mismo, en 1964, permaneció definitivamente en la Colônia. Es en este año que Bispo estuvo en la cárcel por tres meses, en una de las celdas del Pabellón 10 del Núcleo Ulisses Vianna, por haberse equivocado la dosis en el uso de la fuerza al contener un paciente – un pedido constante de los funcionarios. Al salir del confina-miento, relató que “oyó voces que le decían que llegará la hora de representar todas las cosas existentes en la Tierra para la presentación en el día del Juicio Final”.
Decidió, por su cuenta, encerrarse por siete años en una de las celdas para, con aguja e hilo, bordar las escrituras de sus estandartes y fragmentos de tejido. Las líneas azules, las conseguía deshilando viejos uniformes de los internos, y objetos tales como tacitas, pedazos de maderas, alambre, escoba, cartón, el tendido de hilos, garrafas y diversos materiales que él obtenía en refugios en la Colônia
Después de 18 años de la revelación de su misión, Bispo suscita el interés de la prensa de críticos de arte, lo que conlleva, en 1982, por la primera vez a exponer sus quince estandartes en la muestra “Margem da Vida”, en el Museo de Arte Moderno (MAM) de Rio de Janeiro. Después del éxito obtenido por su participación, recibe numerosas invitaciones para próximas exposiciones. Mientras tanto, la muestra colectiva fue la única exposición que él integró en vida. Bispo no aceptaba separarse de su obra y no se consideraba artista. Para él, todo era fruto de una misión que un día sería revelada en el día del Juicio Final.
Arthur Bispo do Rosario, que cargaba todos los estigmas de la marginalización social aún vigentes en nuestra sociedad – negro, pobre, loco, asilado en un manicomio – consigue, en su genialidad, subvertir la lógica excluyente proponiendo, a partir de su obra, la resignificación del universo, para ser reunido y presentado el día del Juicio Final. Su misión llegó al fin a los 80 años, el día 5 de julio de 1989, dia de su muerte.
“Es aquí en el hospicio que yo me voy a presentar, que yo debo ser presentado a la humanidad. Por sus directores hasta aquí, frailes cardenales, nadie logró ver a Cristo, mas ahora lo van a encontrar porque yo me voy a presentar. Me voy a transformar con el fin de presentarme a Él que es mi vicario, nada más” – Arthur Bispo do Rosario en “O prisioneiro da passagem”, de Hugo Denizart. Vida e Obra
(JAPARATUBA, 1909-1911 – RIO DE JANEIRO, 1989)
Fuente: https://museubispodorosario.com/arthur-bispo-do-rosario/